Brasil... Beleza.
Maravilha. Paixão. Alegria. Loucura. Delícia. Felicidade. E Muita
Saudade!
Me cuesta mucho decidir como empezar a
explicar lo que fue para mi vivir un año en este país. Quizá
podría resumirlo con un “la experiencia de mi vida”, aunque creo
que no le haría justicia.
Era la primera vez que salía de Europa
y la primera vez que cogía un vuelo de más de 12 horas (mi máximo
hasta entonces habían sido unas miserables 4 horas). En definitiva,
la primera vez que estaba tan lejos de mi casa. No os voy a engañar,
estaba acojonada
algo nerviosa. Pero la
sensación que tuve es un poco
como cuando empiezas a hacer una exposición en público, que en el
primer minuto sales nervioso
y te tiembla la voz,
pero que al rato ya te creces y
parece que llevas dando charlas toda la vida.
Fue subir al avión y venirme
arriba. Me entraban hasta
ganas de gritar de la
emoción y estaba desando llegar.
Siempre
que viajo a otro país juego un poco a “buscar las 7 diferencias”;
me gusta ver qué
cosas son diferentes con respecto a España, las costumbres de cada
uno, que se considera normal y que no. Por muy informado que vayas seguro que acabas en medio de alguna situación incómoda o
comprometida por tu forma de comportarte. Igual
que en España no todo es flamenco y paella, en Brasil no todo es
carnaval, feijoada
y
samba.
En
mi caso ya tenía amigos brasileños antes de ir, por lo que sabía
que era un país “cheio de gente boa”, cálida, vital y
maravillosa. En realidad
me sentí muy identificada con
ellos cuando los conocí,
porque me recordaban un poco a
los españoles, como yo siempre digo todos somos latinos. De
todas formas sí encontré
muchos pequeños detalles
de la cultura que
me llamaron la atención:
-El saludo. Nosotros estamos
acostumbrados a darle dos besos a todo el mundo, aunque no los
conozcamos de nada. En Brasil, dependiendo de en qué estado te
encuentres, te van a dar un beso, dos o tres (en la mejilla estamos
hablando). Yo viví en Santa Catarina donde la costumbre era dar un
solo beso. Los primeros 3 meses le daba instintivamente dos besos a
todo el mundo, lo que me llevó a más de un golpe de cara o beso al
aire, hasta que por fin me acostumbré. Lo peor fue al volver a
España, que tarde como otros 3 meses en volver a acostumbrarme a los
dos besos.
-El autobús. El primer día que me
monté en el autobús público me toco ir de pie. Un chico que iba
sentado, al que yo no conocía de nada, me dijo que si quería podía
llevarme la mochila para que yo no tuviera que ir cargando con ella.
Le puse cara rara y le dije que no era necesario. Entonces fue él
quien me puso cara rara a mi, porque no entendía por qué no quería
darle mi mochila. En Brasil es normal que las personas que están
sentadas se ofrezcan a llevar las cosas de los que van de pie; es
algo así como cederle el sitio a personas mayores, lo normal es que
lo hagas. No te van a quitar nada, sólo intentan hacerte un favor.
-Los pasos de peatones. Están de
adorno. No se para que los ponen porque no hay forma de que un coche
te deje pasar. Tienes que medio lanzarte a la brava y forzar al coche
a que se pare, porque como esperes tirando de paciencia infinita o te
vean dudar no vas a cruzar nunca ¡Decisión!
-Las latas de refrescos. Esta es una de
las cosas que más me llamó la atención. En Brasil todo el mundo que
bebe de una botellita de agua o de una lata de refresco, si no
utiliza un vaso, bebe con pajita directamente de la lata o botella.
Nunca fui capaz de beberme una lata de coca-cola con pajita, me
parecía rarísimo. Aunque desde luego es infinitamente más
higiénico que beber a morro.
-El idioma. No nos engañemos, que el
portugués y el español sean parecidos no quiere decir que sean
iguales. Hay muchos “falsos amigos” que hay que tener en cuenta.
Algo “engraçado” es algo gracioso, no puedes decir que la comida
está “esquisita” si lo que quieres decir es que está buena,
“borracha” no significa otra cosa que goma, para “ligar” lo
único que necesitas es un teléfono y no la barra de un bar, un
“escritorio” es una oficina, una “oficina” es un taller y los
“talheres” son los cubiertos, una “sacola” es una bolsa, una
“bolsa” es un bolso, un “bolso” es un bolsillo y “bolsillo”
no significa nada. Así podemos estar hasta el infinito. Yo tengo una
amiga gallega que conocí precisamente en Brasil (la de la foto, por
cierto) que utilizaba de toda la vida la palabra “safada” todo el
rato a modo de “de puta madre”, entre otros muchos significados.
A oídos de los brasileños todo lo que ella estaba haciendo era
llamar “cachonda” a todo el mundo. En resumen, cuidado con lo que
decimos.
-El papel higiénico. Siempre a la
basura. En los bares, en los restaurantes, en tu casa, en donde sea,
siempre a la basura. Eso de tirarlo por la taza del váter es
impensable. Todos cuando llegamos pensábamos que no nos íbamos a
acostumbrar y vaya que si nos acostumbramos. La mejor opción para
evitar problemas de cañerías. También resaltar que incluso en el
baño público más cutre que te puedas encontrar siempre vas a tener
papel higiénico disponible. A los que venís a España os recomiendo
llevar encima siempre que salgáis un paquetito de pañuelos en el
bolso/bolsillo, porque quitando restaurantes y algunos bares, es raro
que encontréis papel en el baño.
-Las cajas del supermercado. Los
supermercados grandes suelen tener una caja que es sólo y
exclusivamente para atender a ancianos, mujeres embarazadas, personas
en silla de ruedas o con muletas y personas que llevan niños en
brazos. Una cola prioritaria por así decirlo. Esto lo descubrí un
día que vi que todas las cajas del supermercado estaban a tope y una
sólo tenía dos personas. Muy chula yo me puse a hacer cola,
pensando que cómo es que nadie se había dado cuenta de que en esa caja había
mucha menos gente. Cuando llegó mi turno la chica lo único que hizo
fue señalarme el cartel enorme y evidente, en el que yo hasta ese
momento nunca me había fijado, donde indicaba claramente que era una
cola sólo para estas personas. Así que nada, media vuelta con mi
cara roja y a hacer cola de media hora en otra caja como el resto de
los mortales.
-Pagar en la discoteca. Es muy típico
que cuando entras en algunas discotecas o bares te pongan una pulsera
o te den un papelito. Esa pulsera o papelito se va a convertir en tu
comanda de la noche. Cada vez que hagas una consumición no vas a
pagar en el momento, va a quedar registrado en tu comanda. Esto
quiere decir que se paga todo al salir de la discoteca. Yo
recomiendo tener mucho cuidado porque es muy fácil perder la cuenta
de lo que llevamos y que al final de la noche la factura que tengamos
que pagar sea importante. Y cuidado con perder el papelito porque
entonces hay que pagar una multa considerable. Cuanto más caro el
sitio más cara la multa.
Hay muchas otras cosas que me llamaron
la atención de Brasil, como por ejemplo que los zumos que sirven en
los bares son siempre 100% naturales, que recogen la basura de día,
que la música de los pubs y discotecas siempre es en directo o que
es tradición comer feijoada los sábados (y los miércoles en São
Paulo, por lo que tengo entendido); pero sin duda estas son las que
yo destaco. Por supuesto Brasil es un país muy grande y no todo
tiene que ser necesariamente igual en cada estado, estas son las
curiosidades que yo observé en el sur, especialmente en
Florianópolis, que es la ciudad donde viví. Ciudad de la que ya os
hablaré en otro momento y que recomiendo absolutamente a todo el
mundo, tanto como recomiendo visitar Brasil.
Aunque, pase lo que pase, nunca podré
dejar de preguntarme: ¿No había mejor nombre para una tienda de
neumáticos que “Borracharia”?
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