miércoles, 17 de febrero de 2016

Buscar Piso en Alemania



En España estamos acostumbrados a ver el anuncio de una habitación que queda disponible, llamar por teléfono para concertar una cita, ir a verla y si nos gusta decir “me la quedo”. Por lo general, si eres el primero que llega y te la quieres quedar pues te la quedas, independientemente de los que ya vivan allí. En principio no hay ningún problema. En la mayoría de las ciudades hay más gente preocupada por alquilarte sus habitaciones que personas buscando donde dejarse caer. Desde luego yo no he tardado nunca más de una semana en encontrar un sitio donde vivir y si lo que buscas es una habitación en piso compartido, siempre están amuebladas. (Para el que esté buscando: http://www.fotocasa.eshttp://www.idealista.com, entre otras)

Además, tengo que decir que este sistema es el que me he encontrado normalmente en los países en los que he vivido. En Irlanda, por ejemplo, elegir donde vivir era decisión del que llegaba en ese momento. En una ocasión perdí totalmente la oportunidad de quedarme con una habitación que me había encantado en el anuncio porque me perdí, llegué tarde al encuentro y una chica que la vio antes que yo se la quedó. Cuestión de horas.

Para mi esta batalla de “el que llega se lo queda” era lo normal; hasta que llegué a Alemania. La primera vez que estuve en Alemania fue en mi Erasmus y me quedaba en una residencia de estudiantes ya concertada desde España, entonces no había problema. Ahora sí, cuando vine a VIVIR EN ALEMANIA, concretamente en piso compartido, se convirtió en una tarea difícil, aunque no imposible.

Mi gran idea de coger maleta y quedarme unos días en un hostel hasta que me saliera un pisete donde vivir no fue tan buena después de todo. Buscar piso allí es todo un proceso. Después de 5 días en el hostel y una semana en casa de una amiga en otra ciudad bastante más lejos, decidí quedarme de forma provisional en el apartamento que ofrecía la escuela donde iba a hacer mi curso de Alemán. Resultaba un poco más caro, pero desde luego si tenéis esa opción no es mal punto de partida porque en el hostel la ruina está asegurada.

En el apartamento no se estaba mal, pero sólo se podía ocupar mientras estuviera dando clase en la escuela y mi curso duraba solo 2 meses. Mi idea era trabajar, llevar una vida normal de allí y vivir con alemanes (en los apartamentos de la escuela obviamente eramos todos de fuera). Así que empecé mi búsqueda.

¡UN MES NO TE LO QUITA NADIE! Y eso con suerte, me atrevería a decir. No sólo porque se tarda un poco en encontrar algo, sino porque suelen buscar compañero con bastante tiempo de antelación. Aunque te acepten puede que tengas que esperar bastante antes de entrar al piso. Si te da igual en que parte de la ciudad vivir siempre lo tendrás un poco más fácil, puede que en 2 semanas consigas encontrar algo. Pero si pretendes vivir por zonas determinadas y sobre todo “zonas de moda” por así decirlo, tardarás más. Yo tardé como 2 semanas en encontrar casa y otras 2 en poder entrar. Y para las historias que me contaron allí de gente que también buscaba piso, la verdad es que yo tuve mucha suerte.

OJO: las habitaciones en Alemania no suelen estar amuebladas. Allí los estudiantes están acostumbrados a cargar con sus muebles de una ciudad para otra. Si no quieres gastarte un dineral, siempre puedes comprar muebles de segunda mano en webs como esta: http://kleinanzeigen.ebay.de

Al contrario de lo que suele ocurrir en otros países como en España, que el alquiler de las habitaciones de un piso depende del casero, en Alemania son los propios inquilinos los que eligen a su futuro compañero de piso. El que llega no se lo queda, el que llega tiene que pasar una pequeña “entrevista” por así decirlo, al igual que tantos otros antes y después que él. Y, después, los inquilinos del piso eligen a uno de los candidatos.

Esto quiere decir que a lo mejor junto contigo hay un total de 12 personas o más que tienen interés en esa habitación y han ido a verla. Por tanto, tu tienes que ser elegido de entre esos 12. Dependiendo de la compatibilidad que hayas tenido con las personas que ya viven allí o de las características que busquen en su nuevo compañero (como que también sea estudiante, que sea simpático o que sea tranquilo, lo que sea) te elegirán o no. Desde luego a mi me parece un sistema muy bueno para garantizar una futura mejor convivencia. Ahora si, para el que busca es una autentica frutada, porque puedes tener mucha suerte y que te elijan rapidito o pasarte mucho tiempo buscando donde vivir. Es un proceso difícil para todo el mundo, tanto para los que venimos de fuera como para los propios alemanes.

Este sistema de búsqueda de piso no se da en el 100% de los casos, pero es lo más habitual y probablemente lo que te vas a encontrar.

Una muy buena alternativa es buscar piso por temporadas muy cortas. Hay personas que alquilan su habitación sólo para un período determinado de tiempo porque van a estar fuera y en estos casos es más fácil que la habitación en cuestión esté amueblada. Puedes encontrar que se alquilen sólo para 1 mes, 3 meses, 6 meses, de todo. En estos casos es más fácil encontrar algo, también porque no le interesa a tanta gente, y te permite tener un sitio donde vivir mientras buscas otro piso con más calma.

La página web de búsqueda por excelencia es esta: http://www.wg-gesucht.de. Ahí encontrarás de todo en todas las ciudades y organizado por zonas. El primer paso es contactar, luego ya... ¡SUERTE!


Aunque, pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿Por qué hay una ciudad en Alemania que se llama “comer”? Vamos a comer ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Qué?

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martes, 10 de noviembre de 2015

El Cojín de Viaje

Hay un utensilio por ahí muy conocido entre los viajeros, que se supone que tiene la finalidad de hacer el viaje de cada uno más cómodo. Este utensilio, llamémoslo almohada (esa especie de cosa en forma de U), tiene la gracia de sostener tu cuello cuando viajas en un transporte para que el trayecto resulte más cómodo y, al mismo tiempo, tiene un formato reducido para que no ocupe demasiado espacio. Esta es la almohada de la que estamos hablando:



Hay varios modelos diferentes; los más habituales son los hinchables, los que llevan bolitas relajantes y los que son rígidos como un cojín. Como siempre pasa en estos casos, tienen sus ventajas y sus inconvenientes:

-Los hinchables: ocupan muy poco espacio pero son la cosa más incómoda del universo. Yo no puedo arrepentirme más de haberme comprado uno. Creo que sólo lo utilicé en un viaje y seguramente durante los primeros 10 minutos ¡Pero que horror de aparato mal hecho! Las almohadas hinchables en general nunca me han parecido cómodas, pero esta encima tiene el detalle de tener una costura exterior que te corta el cuello mientras intentas dormir. Para utilizar esto mejor no utilizar nada.

-Los que llevan bolitas relajantes: aquí entramos un poco en la casa de Ágata Ruiz de la Prada. Yo creo que estos cojines se pusieron de moda porque los hay de todos los colorines y diseños, pero eso es todo lo que tienen de estupendo, que son “monos”. Fin. No estoy diciendo que no sean cómodos, lo son, pero ocupan un espacio bastante mayor que los cojines hinchables y, a parte, están hechos con esa especie de material como de media, que cada vez que lo metes en la maleta y la cierras piensas “espero que no se haya enganchado con la cremallera”. No creo que su esperanza de vida sea mucha.

-Los que son rígidos como un cojín: en mi opinión los más cómodos. Son rígidos, pero blanditos. Puedes acomodarte estupendamente en esa U sin que se te hunda como pasa con los de bolitas. Aunque estos tienen un gran problema y es que ocupan muchísimo espacio. No pueden apretarse tanto como los otros, por lo tanto puede ser que en nuestro equipaje no tengamos espacio suficiente como para poder llevarlo.

El espacio que ocupan es directamente proporcional al confort que ofrecen, esto es así, por lo que el problema general aquí es que hay que renunciar a algo. O sacrificamos un poco nuestro confort o sacrificamos un poco de espacio. Yo ya he llegado a la conclusión de que no me merece la pena sacrificar ni espacio ni confort.

Al final con las tonterías nunca llevo nada y he encontrado mi truco maravilloso para que no se me caiga la cabeza y destrozarme el cuello. Una botellita pequeña de agua. Puede que no quede muy glamuroso, pero si te la pones en el hombro y la sostienes con la cabeza estás bastante más cómodo y no tienes que andar con almohadas parriba y pabajo. Puede que algunas personas se te queden mirando raro, pero es un pequeño precio que hay que pagar.


Aunque pase lo que pase nunca podré dejar de preguntarme: ¿Alguna vez me desmayaré del susto por despertarme en un avión pensando que estoy en mi cama?  

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lunes, 5 de octubre de 2015

Montar en Avión


Montar en avión. Esa cosa que vas a tener que hacer “si quieres llegar lejos en esta vida”.

Hay gente a la que directamente le da miedo y no quiere ni oír hablar del tema. Algunos incluso no llegan a montarse nunca en un avión por esta razón. Pero también está el que dice que le encanta... ¡Yo digo que miente como un bellaco! Una cosa es que no lo odies o que no te de miedo, pero ¿tanto como encantarte? Estás volando a no se cuantos pies de altura, en un aparato que está hecho de metal y que pesa unas cuantas toneladas. Vas como en lata de sardinas casi sin poder moverte durante el viaje, no encuentras la posición y si hay turbulencias no es que eso sea una fiesta precisamente. Si viajas en primera clase, con el champan y el caviar, y con el señor Ambrosio trayéndote los Ferreros ahí ya me callo, pero si viajas como la mayoría de los mortales... Es que no te puede gustar.

Si no sueles viajar en avión es normal que te llame la atención y que te guste las primeras veces. O si hace tiempo que no te subes a uno, puede que hasta eches de menos esa cosilla del aeropuerto, el embarque y el despegue. Pero si eres de los que están toooodo el día en un avión, acabas HARTO, con acento en la H.

Hay pequeños odios que todos compartimos:

-La cola para facturar. Como sea Happy Hour o Happy Day, más de una hora de cola no te la quita nadie. Y eso con suerte.

-Hay que quitarse las botas al pasar el control. Y si nos ponemos tontos, las zapatillas de caña alta también. Revisión de tomates en los calcetines antes de salir de casa, por favor.

-Todo el día abriendo y cerrando maletas. Porque en el control hay que sacar el portátil, en el embarque guardar tu bolso dentro y en el avión sacarlo otra vez. (Un fuerte aplauso para esas compañías que ya te dejan ir con tu bolsito fuera del equipaje de mano)

-Que te toque el asiento del medio. Si ya es difícil encontrar la postura en cualquier asiento del avión, ir en el medio es lo peor. No tienes absolutamente ninguna ventaja. Es como un cruel castigo por no haber pagado los euros extra de selección de asientos.

-Apretujamiento. Por delante, por detrás y por los lados. Esto es así.

-Despegue. Dolor de cabeza, entaponamiento de oídos o mareo. Elige la tuya.

-Ir al baño. La gran ventaja del asiento del pasillo, libertad absoluta para salir y entrar cuando quieras. Si estás en cualquiera de los otros dos asientos, siempre hay alguien a quien tienes que molestar. Como en ese viaje tengas algún problemilla que te haga ir al baño cada 10 minutos va a ser la risa.

-Turbulencias. Como sean animadas vas a ver a más de uno rezando. Y ya no es que pases miedo, sino los bamboleos que vas dando. Una vez le tiré un yogur entero al que iba sentado a mi lado. Creo que es la vez que más vergüenza he podido pasar en un avión. Era de fresa eso sí; seguro que el hombre lo recuerda con cariño.

-El niño que llora a pleno pulmón durante todo el viaje. Los padres no tienen la culpa y el niño no tiene la culpa, pero tu vas sufriendo como si la culpa fuera tuya.

-Aterrizaje. Dolor de cabeza, escurrimiento de asiento o mareo. Elige la tuya.

-Todos en pie. Yo creo que esto es lo que más de quicio me saca. No puedo soportar que la gente se levante en cuanto aterrizamos para pasarse todavía una hora más de pie esperando a que abran las puertas. A lo mejor es que hay piruletas gratis para los 20 primeros en salir. Yo como siempre salgo literalmente la última ese misterio aún no lo he resuelto. Os mantendré informados.

-La eterna espera de la maleta. Y llegas a la cinta y esperas. Pasa media hora y por fin le da por arrancar. Empiezan a salir maletas y más maletas, pero la tuya no termina de salir y al final, como siempre, de las últimas (eso si no se ha perdido). Hora y media de vuelo; 2 horas y cuarto para salir del aeropuerto.

Pero bueno, también hay que reconocer que hay pequeños placeres y alegrías a la hora de montar en avión:

-La coreografía de los azafatos. Ya poca atención prestamos a lo que nos dicen. Yo siempre pienso que el día que pase algo nadie se acordará de nada ni habrá calma ninguna y se convertirá todo en un “tonto el último”; pero siempre es curioso ver con que ánimo o apatía hacen su pequeña coreografía inicial. Yo los echo de menos cuando voy en un avión de estos que ya te lo explican todo por una pantallita que tienes delante.

-El snack de cortesía. Si es un vuelo muuuy largo ya sabes que en el precio del billete te entran las comidas, pero en vuelos normales de 2 ó 3 horas no tienen por qué ofrecerte nada. Cuando se acercan a ti con esas galletitas saladas o los famosos cacahuetes se te ilumina la cara ¿Es para mi?, ¿¡Es gratis!? Es la emoción del día.

-El asiento de ventana. Horroroso si quieres ir al baño, eso si, pero el mejor para encontrar la postura. Creo que solo he conseguido dormir algo en los viajes en los que me ha tocado ventana. Y, por supuesto, la vista es una maravilla.

-El asiento vacío. Un asiento vacío a tu lado es como que te toque una pipa Tijuana con mucha salsa. Algo de espacio en un avión, ¡Dios! (lágrimas de emoción directamente proporcionales a la duración del vuelo)

-Mi maleta sale la primera. No me lo puedo creer, en el momento en el que la cinta se ha puesto a funcionar, ¡VEO MI MALETA!

Pequeños odios y alegrías tontas, sí, pero que siempre están ahí por mucho que estés acostumbrado a viajar. No es que odie tanto volar, pero desde luego más de una vez me han dado ganas de pegarme un tiro.

Aunque, pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿Por qué siempre soy yo la que tiene que pitar en el puñetero control?

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martes, 14 de julio de 2015

Sacar Dinero en el Extranjero



Cuando nos vamos a vivir a otro país nos suele pasar que no podemos sacar dinero en cualquier cajero. Bueno, como poder se puede, pero la comisión que hay que pagar suele ser una burrada tan gorda que no nos compensa nada. Saco 20 euros pero tengo que pagar 8 de comisión, mmm... ¡No! Obviamente las tarjetas que tenemos son de los bancos de nuestro país, que no suelen tener oficina en otros países y en el caso de que la tengan igualmente dan problemas.

Aquí es cuando empezamos a considerar nuestras diferentes opciones:

-“Voy a llevar billetes encima como si no hubiera un mañana”. Para un viajecillo sí, para vivir una temporada no ¿Dónde vas con 5000€ encima? Quien dice euros dice dólares. Llevar algo de cash nunca viene mal para empezar, pero es una solución muy a corto plazo.

-“Saco dinero allí y pago la comisión, ¡Qué le vamos a hacer!”. La ruina, inviable totalmente.

-“En cuanto llegue me abro allí una cuenta”. Si vas a trabajar genial, sino ¿para que quieres una cuenta vacía? Tendrías que hacerte transferencias desde tu país y puede llegar a resultar muy caro. Ojo: hay países en los que es muy rápido abrir una cuenta y otros en los que te van a pedir hasta las huellas dactilares de tu perro. Si no es absolutamente necesario yo no me abriría una cuenta.

Algunos bancos tienen convenios con otros países y puedes encontrar ofertas interesantes a la hora de transferir el dinero. Cuando estuve en Florianopolis, por ejemplo, me informé de un banco español que dejaba transferir hasta 3000€ a una cuenta brasileña y te cobraba 6€ de comisión. No está mal. En este sentido es cuestión de investigar antes de irte y ver qué te ofrecen.

Peeeeero, hay una opción muy buena, bonita y barata que desde el día que la descubrí me ahorré un montón de comederos de cabeza. Hay bancos que ofrecen una tarjeta con la que se puede sacar dinero en cualquier cajero del mundo de forma gratuita. Yo he sacado dinero sin problemas en países como Brasil, Chile, Bolivia, Rumanía, Polonia, etc. Funciona perfectamente, de verdad de la buena. La tarjeta que yo tengo concretamente es de la entidad ABANCA, pero me consta que hay otros bancos que también ofrecen este tipo de tarjeta como por ejemplo ING direct o EVO banco. Tan sencillo como informarse un poco.

Aunque pase lo que pase nunca podré dejar de preguntarme: 1 minuto esperando en la cola del banco ¿A cuánto tiempo equivale en la vida real?

sábado, 27 de junio de 2015

¿Hotel o Hostel?



Una de las opciones más comunes de alojamiento entre los jóvenes viajeros es la de quedarse en un hostel. La mayoría ya sabréis lo que es. Es una especie de mezcla entre un hostal y un albergue, un edificio por lo general pequeño, en el que se encuentran habitaciones de todo tipo; de 4, de 6, de 8 personas; femeninas o mixtas (exclusivamente masculinas creo no haber visto nunca). Algunos hostels disponen también de habitaciones privadas y la ventaja que tienen estos sitios es que normalmente soy muy baratos. El portal de búsqueda de hostels por excelencia es http://www.hostelworld.com/. Aquí vas encontrar sin duda lo que estés buscando, pero si no, hay otros portales que puedes utilizar como por ejemplo http://es.hostelbookers.com/ o http://www.hostels.com.

Por supuesto un hotel es un hotel, con sus camas hechas y sus toallas limpias. La comodidad que te ofrece nunca va a ser comparable a la de un hostel (aunque hay hostels por ahí que son mejores que muchos hoteles). En un hostel es probable que tengas que “alquilar” tus sábanas o toallas, lo que ya va a suponer un incremento en el precio o tener que ir cargando con ellas. Y por supuesto si quieres lo más barato te va a tocar compartir habitación con unos cuantos desconocidos. Mientras más gente haya en la habitación y “más mixta sea”, más barata por noche ¡Yo he llegado a compartir habitación con 12!

También dependiendo de la época en la que viajes es recomendable escoger una habitación u otra. Si es temporada alta los hostels van a estar hasta los ojos, pero si viajas en temporada baja o fuera del fin de semana, es muy probable que acabes en una habitación llena de camas vacías. La foto del post, por ejemplo, es del hostel donde yo me quedé en Budapest con una amiga francesa con la que estaba viajando por Europa. Aunque era una habitación mixta para 8 personas, nosotras 2 estuvimos totalmente solas y el precio fue exactamente el mismo que si hubiera estado llena. Nos salieron las 3 noches por menos de 20 euros a cada una. Además es muy típico de los hostels alojar a cada reserva en una habitación diferente, es decir, que puede que haya al mismo tiempo 4 habitaciones con gente, pero las 4 incompletas. En ese sentido se enrollan bastante y no te apretujan en una misma habitación si no es estrictamente necesario. Es lo mejor que te puede pasar, quedarte en una habitación colectiva por 2 duros y que se convierta en habitación privada porque no hay nadie más. Si viajas en grupo esta opción está genial porque dependiendo de cuantos seáis puede que hasta llenéis una habitación para vosotros solos.

De todas formas pocas veces pasa que no haya nadie. En mi caso la mayoría de las veces he compartido habitación con desconocidos, pero la verdad es que ha sido divertido. Normalmente el hostel está lleno de gente joven que está haciendo lo mismo que tú, viajar y conocer gente, por lo que no vas a tener problemas. Si viajas sola, como mujer, si te recomiendo que por lo menos te metas en una habitación femenina si puedes, aunque es muy raro que te vayan a meter sola en una habitación llena de tíos. En ese sentido también lo miran mucho. Yo pocas veces he viajado sola la verdad y aunque las veces que lo he hecho nunca me ha pasado nada, si podemos evitar algún momento tenso, que alguno si he tenido, mejor.

Mi experiencia en general, desde luego, es positiva, casi nunca me he alojado en otro sitio que no sea un hostel. Los hoteles normalmente resultan muy caros para los jóvenes y no todo el mundo puede permitírselos. Si una noche en el hotel más barato te puede costar unos 40 euros, en un hostel te puede salir por 10. La diferencia es grande. El precio va a depender siempre, por supuesto, de lo cara que sea la ciudad y de donde esté situado el edificio. Yo particularmente me he encontrado de todo. He llegado a pasar 2 noches en La Paz por menos de 10 euros, pero pagar casi 40 euros en Bruselas por la misma cantidad de tiempo. Esto es como todo, te puedes encontrar chollos o patadas en el culo.

El hotel es más privado, más limpio y seguro por lo general y, en teoría, vas a descansar mejor. En el hostel no vas a dormir tan estupendamente como te gustaría porque la mayoría de las camas son en litera, hay mucha gente y puede haber mucho ruido, pero vas a conocer personas de todo tipo y te lo vas a pasar mucho mejor que si te quedas en un hotel. A parte lo más normal es que haya taquillas donde puedas guardar tus cosas (no siempre), pero independientemente de eso a mi nunca me ha desaparecido nada. Yo elegiría un alojamiento u otro dependiendo del tipo de viaje que haga, con quien lo haga y del presupuesto con el que cuente. Por mucho que los hostels suelan ser más baratos está bien siempre mirar las dos opciones porque hay sitios en los que te puede sorprender las buenas ofertas que te hacen.

Aunque pase lo que pase nunca podré dejar de preguntarme: ¿Es que es ilegal poner muebles en un hostel que no sean de IKEA?

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viernes, 22 de mayo de 2015

13 Fantasmas: Que Echar en tu Maleta



Cuando hacemos una maleta; no importa cuantas veces hayamos ido de viaje antes, si sólo llevamos equipaje de mano o si facturamos, si vamos para 3 días o para 20, no importa bajo que circunstancias; SIEMPRE cometemos los mismos errores.

Dudamos de que será mejor llevar y que no, “¿será suficiente con 3 bikinis para una semana en Londres?”, “mejor me llevo otro bote más de gel, porque no sabemos que puede pasar en 2 noches”, “No me hace falta el repelente de mosquitos porque la tienda de campaña tiene mosquitera y ya sabemos que son infalibles”. Pase lo que pase solemos tomar decisiones equivocadas, convirtiendo nuestra maleta en un desfile de fantasmas; llena de objetos que se terminan volviendo totalmente invisibles y vacía de aquellos que nos hubieran resultado imprescindibles.

A todos nos pasa lo mismo y, lo que es peor, todos tenemos los mismos fantasmas:

1º.- Paraguas compacto.

Ese paraguas que cuando haces la maleta piensas que lo único que va a hacer es ocupar un espacio para nada, porque luego no lo vas a necesitar ¿Para que llevarlo entonces?

Expectativas: es el único puente al año en el que te puedes dar el gustazo de viajar al extranjero con tus amigos y ya has visto el clima en tu Iphone 6 ¡no va a llover! No vas a estar cargando un paraguas todo el día para nada.

Realidad: es el único puente al año en el que te puedes dar el gustazo de viajar al extranjero con tus amigos, ¡POR SUPUESTO QUE VA A LLOVER! Da igual que ponga en tu Iphone “días soleados ligeramente nublados”, esas pequeñas zorritas nubes van a venir cargaditas de felicidad. Llevate el paraguas, que lo vas a necesitar.

2º.- Ropa interior.

Nunca es proporcional la cantidad de ropa interior que llevamos en los viajes a la cantidad de días que nos vamos a quedar. Y esto es diferente en hombres y en mujeres.

Hombres: no vas a tener bastante con 3 calzoncillos para 4 días ¡no vale darles la vuelta! (Y muchos menos andar lavándolos) Haznos el favor de llevar uno mínimo para cada día y si te cabe alguno de emergencia mejor.

Mujeres: en serio chicas, no necesitamos 20 tipos diferentes de bragitas, seleccionadas de entre braga tanga, braga cómoda y braga brasileña. Ni te hacen faltan tantas bragas ni vas a tener tiempo de estar todo el día cambiándotelas. Al final cuando empiezas la mañana pensando que vas a pasar todo el día fuera “parriba y pabajo” terminas usando las 4 bragas que más cómodas te resultan.

3º.- Calcetines.

A diferencia de lo que suele pasar con la ropa interior de tobillos para arriba, que termina sobrando, no sabemos que moño pasa con los calcetines que nuuunca llevamos bastantes. Ya sea porque se nos mojaron los pies 3 veces en el mismo día, que a alguien se le olvidaron y terminaste teniendo que prestar o que una vez allí te das cuenta de que la mitad de los que llevas no te sirven porque están llenos de tomates; siempre acabamos escasos. En esta situación también hay una diferencia entre hombres y mujeres:

Hombres: llevan calcetines hasta en las orejas. Terminas teniendo que pedirle a tu novio que te preste un par porque no te queda ni uno sano y ahí metes tu la mano entre su amplia selección. Ni que tuvieran 4 pies.

Mujeres: echamos los calcetines justos para los días que vamos y no sabemos que pasa pero aquello vuela. A mitad de viaje ya no nos queda ni un cochino calcetín usable.

Hueco mínimo que sobre en la maleta: rellenar con calcetines.

4º.- Conjuntos de ropa o “equipos”.

Volvemos a lo mismo, vamos a pasar 3 días en Roma, vamos a estar todo el día en la calle ¿Es necesario llevarnos 7 pares de tacones? Y quien dice tacones dice también deportivas, lo mismo me da. Cuando contamos sólo con nuestro querido equipaje de mano, ajustado a sus medidas, es más fácil controlarse (aunque 10 kilos dan mucho de sí), pero cuando nos dejan facturar 20 kilos ¡NOS VOLVEMOS LOCOS!

Expectativas: Por la mañana voy a ponerme los vaqueros nuevos con un jersey ligerito, porque no creo que haga mucho frio, en plan cómodo. Por la tarde, cuando vayamos a tomar café, me pondré aquel jersey poncho que me gusta tanto y seguramente me cambiaré las zapatillas a unas botas. Y ya por la noche, cuando vayamos a salir, me pongo los tacones altos con el vestido de las flores y el abrigo largo (me voy imaginando la variedad de fotos “pal facebook” en mi cabeza -ojitos soñadores-).

Realidad: Salimos por la mañana del hotel con to las pintas y no nos dio tiempo a volver para nada. No paramos de hacer cosas, empalmamos una actividad con la otra y al final nada más que pisamos el hotel para dormir (no me quité el mismo abrigo en todo el viaje, mis fotos parece que son todas del mismo día -lagrimas-).

5º.- Las cartas.

Esa querida baraja de cartas que viene al pelo cuando estamos en un parque tirados sin hacer nada o en un bar de cerveceo. Ese gran entretenimiento de grupo que te mata las horas muertas y hace que te eches unas risas. En algún momento del viaje se va a plantear la pregunta inevitable ¿Alguien se ha traído unas cartas?

Expectativas: no llevo cartas, pero ya ves tu el problema. En cuanto pasemos por un chino o una tienda de souvenirs de esos compramos una baraja, que habrá miles, y luego por la noche nos echamos unas manos.

Realidad: nunca te acuerdas de las cartas cuando entras en la tienda de souvernis y cuando te acuerdas no las encuentras por ninguna parte. Asúmelo, si quieres jugar a las cartas en este viaje llévatelas de casa.



6º.- Apuntes y libros de estudio (especial estudiantes)

Tienes que hacer un examen después del puente y estás ultra-mega-requete convencido de que vas a estudiar en los pocos huecos que tengas, asique te llevas los 3 kilos y medio de apuntes (sacrificando 3 ó 4 pares de zapatos).

Expectativas: después de comer y después de cenar seguro que tenemos un par de horas tontas en las que no hacemos nada, voy a aprovechar esos momentos para estudiar ¡Qué responsable soy!

Realidad: ninguna hora de viaje se convierte en “hora tonta” o “hora muerta”, cada poco rato libre que tengas lo invertirás en descansar y hazme caso, mejor descansa o no llegas al último día. Llevar los apuntes a un viaje pretendiendo estudiar es la mayor de las utopías.

7º.- El libro que se lee por gusto.

Ese querido libro que siempre llevamos en el bolso y/o mochila, que aprovechamos para leer en nuestros ratos libres. Me voy de viaje ¿Cómo no me lo voy a llevar? Para viajes largos, es absolutamente recomendable, porque leerás más de lo que sueles tener tiempo en casa, pero para viajes de cortos...

Expectativas: El fruto libro pesa un rato, pero yo me lo llevo. Ya se que no voy a tener demasiado tiempo para leer en este viaje y voy a tener que sacar algo de ropa para no superar los 10 kilos por llevármelo, pero bueno, aprovecho la media horita antes de quedarme dormido.

Realidad: obviamente no he parado en todo el día de hacer cosas y cuando he llegado al hotel me he quedado dormido sólo viendo todos los mensajes y whatsapps que tenía en el móvil sin responder.

Lo único que habréis hecho con el libro habrá sido enseñarle mundo, y os lo dice una persona a la que le encanta leer y es la primera tonta que se tiene que llevar el libro. Si os sobra sitio en la maleta, lleváoslo, si veis que no, os aseguro que no vais a avanzar ni 5 páginas en 4 días.

8º.- Secador y plancha del pelo.

No llevar estos instrumentos en un viaje, por lo menos si sois de pelo largo y loco como yo, es un CRASO ERROR.

Expectativas: me peino como pueda, que ya verás que me apaño con cualquier cosa y no queda tan mal. Total, no voy a tener tiempo de acomodarme el pelo, ¿Para qué quiero ir cargando con la plancha y el secador?

Realidad: ese toque mínimo de secador y/o plancha de 5 minutos que inviertes cada día hace la GRAN diferencia en tu pelo y te aseguro que si llevas esos aparatos contigo, vas a encontrar esos 5 minutos por la mañana. No vas a tener tiempo de hacerte el tocado de tu vida, pero si colocar los 4 pelajos con dignidad para afrontar el día.

Si caben en tu maleta, hazte el favor de llevarlos contigo.

9º.- La manta polivalente.

O si tienes suficiente espacio, el saco de dormir polivalente. Nunca imaginé lo útil que puede resultar en un viaje, hasta que me quedé con una manta de regalo que te daban en el avión. Esa manta se convierte en tu mejor amigo.

Expectativas: ¿Para qué moño quiero yo una manta? Sólo la necesitaría para dormir y en el hostel habrá de sobra.

Realidad: No pasé frio en el autobús, porque llevaba mi manta; no había almohadas en este hostel, así que utilicé mi manta; nos tiramos a comer en el césped del parque, sentamos encima de mi manta; teníamos ganas de imitar a Superman, pudimos usar mi manta a modo de capa.

Que maravilla de invento la manta. Si hay un hueco en esa ya sobre alimentada maleta, por favor, manta de emergencia.

10º.- Chanclas en cualquier época del año.

Ya sea porque en las duchas de los hosteles siempre son recomendables o porque al final te dan el apaño como “zapatillas de andar por casa”, nunca están de más en la maleta.

11º.- Crema solar especial rostro.

No importa en que época del año viajes ni a que país vayas, “llueva o nieve, en diciembre o en Abril”, te acordarás de la fruta crema.

Expectativas: no hace ni calor, no voy a necesitar crema protectora, que tontería llevármela.

Realidad: estás todo el día en la calle y los pocos rayos de sol que hay están dándote por saco constantemente, echate un poquito de crema que nunca viene mal.

12º.- Gel-champu, mi mejor aliado.

Ese pequeño botecito que, como su nombre indica, te sirve tanto para lavarte el cuerpo como para lavarte el pelo, es un pedazo de invento. Con uno de esos tienes para varios días y ahorras botes innecesarios en la maleta. Para mi, uno de mis imprescindibles sin duda (¡Ese bote como mola, se merece una ola! ~)

13º.-Maquinillas de afeitar.

En serio chicos, que fe tenéis.

Expectativas: por las mañanas en un plin me doy un pase y me tiro todo el viaje suavecito.

Realidad: me ha salido la barba en 7 días que no me había visto en 7 años.

No vas a invertir ni medio minuto de tu viaje en esa barba. Hazte el favor de dejar el kit del afeitado en casa, porque no vas a sacarlo de la maleta.


Es inevitable en el momento de plantearse un viaje generar ciertas expectativas en la cabeza y, en relación a ello, “construir” nuestra maleta. Pero es importante ser un poco más realistas y pensar mejor qué vamos a llevar con nosotros porque ¡los frutos fantasmas pesan!


Aunque, pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿Llegará el día en el que le pida a mi novio unos calcetines de emergencia y el me pida a mi unas bragas?

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viernes, 8 de mayo de 2015

As Melhores Coisas Do Mundo



Brasil... Beleza. Maravilha. Paixão. Alegria. Loucura. Delícia. Felicidade. E Muita Saudade!

Me cuesta mucho decidir como empezar a explicar lo que fue para mi vivir un año en este país. Quizá podría resumirlo con un “la experiencia de mi vida”, aunque creo que no le haría justicia.

Era la primera vez que salía de Europa y la primera vez que cogía un vuelo de más de 12 horas (mi máximo hasta entonces habían sido unas miserables 4 horas). En definitiva, la primera vez que estaba tan lejos de mi casa. No os voy a engañar, estaba acojonada algo nerviosa. Pero la sensación que tuve es un poco como cuando empiezas a hacer una exposición en público, que en el primer minuto sales nervioso y te tiembla la voz, pero que al rato ya te creces y parece que llevas dando charlas toda la vida. Fue subir al avión y venirme arriba. Me entraban hasta ganas de gritar de la emoción y estaba desando llegar.

Siempre que viajo a otro país juego un poco a “buscar las 7 diferencias”; me gusta ver qué cosas son diferentes con respecto a España, las costumbres de cada uno, que se considera normal y que no. Por muy informado que vayas seguro que acabas en medio de alguna situación incómoda o comprometida por tu forma de comportarte. Igual que en España no todo es flamenco y paella, en Brasil no todo es carnaval, feijoada y samba.

En mi caso ya tenía amigos brasileños antes de ir, por lo que sabía que era un país “cheio de gente boa”, cálida, vital y maravillosa. En realidad me sentí muy identificada con ellos cuando los conocí, porque me recordaban un poco a los españoles, como yo siempre digo todos somos latinos. De todas formas sí encontré muchos pequeños detalles de la cultura que me llamaron la atención:

-El saludo. Nosotros estamos acostumbrados a darle dos besos a todo el mundo, aunque no los conozcamos de nada. En Brasil, dependiendo de en qué estado te encuentres, te van a dar un beso, dos o tres (en la mejilla estamos hablando). Yo viví en Santa Catarina donde la costumbre era dar un solo beso. Los primeros 3 meses le daba instintivamente dos besos a todo el mundo, lo que me llevó a más de un golpe de cara o beso al aire, hasta que por fin me acostumbré. Lo peor fue al volver a España, que tarde como otros 3 meses en volver a acostumbrarme a los dos besos.

-El autobús. El primer día que me monté en el autobús público me toco ir de pie. Un chico que iba sentado, al que yo no conocía de nada, me dijo que si quería podía llevarme la mochila para que yo no tuviera que ir cargando con ella. Le puse cara rara y le dije que no era necesario. Entonces fue él quien me puso cara rara a mi, porque no entendía por qué no quería darle mi mochila. En Brasil es normal que las personas que están sentadas se ofrezcan a llevar las cosas de los que van de pie; es algo así como cederle el sitio a personas mayores, lo normal es que lo hagas. No te van a quitar nada, sólo intentan hacerte un favor.

-Los pasos de peatones. Están de adorno. No se para que los ponen porque no hay forma de que un coche te deje pasar. Tienes que medio lanzarte a la brava y forzar al coche a que se pare, porque como esperes tirando de paciencia infinita o te vean dudar no vas a cruzar nunca ¡Decisión!

-Las latas de refrescos. Esta es una de las cosas que más me llamó la atención. En Brasil todo el mundo que bebe de una botellita de agua o de una lata de refresco, si no utiliza un vaso, bebe con pajita directamente de la lata o botella. Nunca fui capaz de beberme una lata de coca-cola con pajita, me parecía rarísimo. Aunque desde luego es infinitamente más higiénico que beber a morro.

-El idioma. No nos engañemos, que el portugués y el español sean parecidos no quiere decir que sean iguales. Hay muchos “falsos amigos” que hay que tener en cuenta. Algo “engraçado” es algo gracioso, no puedes decir que la comida está “esquisita” si lo que quieres decir es que está buena, “borracha” no significa otra cosa que goma, para “ligar” lo único que necesitas es un teléfono y no la barra de un bar, un “escritorio” es una oficina, una “oficina” es un taller y los “talheres” son los cubiertos, una “sacola” es una bolsa, una “bolsa” es un bolso, un “bolso” es un bolsillo y “bolsillo” no significa nada. Así podemos estar hasta el infinito. Yo tengo una amiga gallega que conocí precisamente en Brasil (la de la foto, por cierto) que utilizaba de toda la vida la palabra “safada” todo el rato a modo de “de puta madre”, entre otros muchos significados. A oídos de los brasileños todo lo que ella estaba haciendo era llamar “cachonda” a todo el mundo. En resumen, cuidado con lo que decimos.

-El papel higiénico. Siempre a la basura. En los bares, en los restaurantes, en tu casa, en donde sea, siempre a la basura. Eso de tirarlo por la taza del váter es impensable. Todos cuando llegamos pensábamos que no nos íbamos a acostumbrar y vaya que si nos acostumbramos. La mejor opción para evitar problemas de cañerías. También resaltar que incluso en el baño público más cutre que te puedas encontrar siempre vas a tener papel higiénico disponible. A los que venís a España os recomiendo llevar encima siempre que salgáis un paquetito de pañuelos en el bolso/bolsillo, porque quitando restaurantes y algunos bares, es raro que encontréis papel en el baño.

-Las cajas del supermercado. Los supermercados grandes suelen tener una caja que es sólo y exclusivamente para atender a ancianos, mujeres embarazadas, personas en silla de ruedas o con muletas y personas que llevan niños en brazos. Una cola prioritaria por así decirlo. Esto lo descubrí un día que vi que todas las cajas del supermercado estaban a tope y una sólo tenía dos personas. Muy chula yo me puse a hacer cola, pensando que cómo es que nadie se había dado cuenta de que en esa caja había mucha menos gente. Cuando llegó mi turno la chica lo único que hizo fue señalarme el cartel enorme y evidente, en el que yo hasta ese momento nunca me había fijado, donde indicaba claramente que era una cola sólo para estas personas. Así que nada, media vuelta con mi cara roja y a hacer cola de media hora en otra caja como el resto de los mortales.

-Pagar en la discoteca. Es muy típico que cuando entras en algunas discotecas o bares te pongan una pulsera o te den un papelito. Esa pulsera o papelito se va a convertir en tu comanda de la noche. Cada vez que hagas una consumición no vas a pagar en el momento, va a quedar registrado en tu comanda. Esto quiere decir que se paga todo al salir de la discoteca. Yo recomiendo tener mucho cuidado porque es muy fácil perder la cuenta de lo que llevamos y que al final de la noche la factura que tengamos que pagar sea importante. Y cuidado con perder el papelito porque entonces hay que pagar una multa considerable. Cuanto más caro el sitio más cara la multa.

Hay muchas otras cosas que me llamaron la atención de Brasil, como por ejemplo que los zumos que sirven en los bares son siempre 100% naturales, que recogen la basura de día, que la música de los pubs y discotecas siempre es en directo o que es tradición comer feijoada los sábados (y los miércoles en São Paulo, por lo que tengo entendido); pero sin duda estas son las que yo destaco. Por supuesto Brasil es un país muy grande y no todo tiene que ser necesariamente igual en cada estado, estas son las curiosidades que yo observé en el sur, especialmente en Florianópolis, que es la ciudad donde viví. Ciudad de la que ya os hablaré en otro momento y que recomiendo absolutamente a todo el mundo, tanto como recomiendo visitar Brasil.

Aunque, pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿No había mejor nombre para una tienda de neumáticos que “Borracharia”?

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